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da día". Para un cristiano el misterio eucarístico es céntri– co. Su fe, basada en la Persona y la Palabra de Jesús, le di– ce que Cristo está presente en las especies del pan y vino, una vez que el ministro pronuncia sobre ellas las mismas palabras que pronunció el Señor en la última Cena. Este sa– cramento de la Eucaristía es uno de los más difícilmente comprensibles para la mentalidad del hombre. Por eso, a lo largo de la historia, unos lo han negado y otros despreciado como imposible. Tan sólo el verdadero creyente, el que es capaz de admitir que esta "inmolación" supera todo razo– namiento humano y sólo encuentra explicación en Cristo, para quien todo es posible por obra del amor, recibirá y ve– nerará la Eucaristía. Es curioso ver cómo la multiplicación de los panes que Mateo narra en el capítulo catorce, se encuentra también en los otros tres evangelistas. San Mateo nos dice que an– tes de repartir el pan "dio gracias, lo partió y dió", lo mis– mo que al narrar el suceso de la última Cena. No bendice los peces, sino sólo el pan. Lo reparten y lo recogen los discípulos, expresamente ellos. La Eucaristía es únicamente para los que tienen hambre, Es decir, para quienes aceptan a Cristo en su vida y tam– bién su Palabra. Los satisfechos, los pagados de sí mismos, los egoístas e injustos, los que no tienen capacidad más que para ser amados y no para amar, jamás entenderán el senti– do de este sacramento, obra de amor. San Pablo advierte severamente que hay que "comer este pan", distinguiéndo– lo perfectamente del pan material, ya que quien no los dis– tingue "come y bebe su propia condenación". Pero, sobre todo, recibir y aceptar la Eucaristía obliga a comprometerse más estrechamente con la comunidad hu– mana en general y en especial con la comunidad cristiana, ya que al comer todos de un mismo pan (el Cuerpo de Cris– to) manifestamos nuestro deseo de pertenecer a una misma familia (la de los hijos de Dios). No podemos recibir a Cris– to individualmente, sin relación alguna a la comunidad de los· bautizados. La Eucaristía nos lleva a creer que el amor (misterioso directamente significado por ella) es la fuerza del cristianismo. Es decir, nos obliga a evitar todo odio, 73
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