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Todos conocemos a esos seres humanos que, por haber– se dejado guiar por los instintos del placer, del dominio y del confort, llegan a la ancianidad insatisfechos, vacíos y a veces odiados. En cambio, es dulce la vejez de quienes, durante su vida, han procedido en todo con honestidad. Los frutos que recogen son abundantes y no temen la muerte porque pueden presentarse ante el Señor con las manos llenas de méritos y buenas obras. En vano leeremos la Palabra de Dios si no nos dejamos interpelar por ella. Dios no opera forzosamente en noso– tros. Nos concede la libertad de responder generosamente a su llamada o de olvidarnos para siempre de ella. No culti– vemos en nuestra vida espinos ni demos lugar a las piedras. Sólo así Dios hablará libremente a nuestro corazón. No debemos nunca olvidar que el árbol bueno se conoce por sus frutos, que han de ser buenos, y que del mismo modo el árbol malo, no dará jamás frutos buenos. ABí tam– bién el cristiano verdadero es conocido por sus frutos (mansedumbre, paz, laboriosidad, amor al prójimo... ). PREGUNTAS PARA EL DIALOGO - ¿Qué dificultades pongo a la gracia de Dios? - ¿Leo con asiduidad y preparación su Palabra? - ¿Siembro, con mis buenos ejemplos y mis orientacio- nes, la Palabra de Dios entre quienes me rodean? - ¿Estoy dispuesto a ser "trabajado" por Dios? 71
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