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17.. Somos libres "En una ocasión iba Jesús de cami– no por los sembrados en d(a de sá– bado, y sus discfpulos comenzaron a arrancar espigas y a comérselas porque tenían hambre. Los fariseos, al advertirlo, se lo echaron en cara: mira que tus disc{pulos hacen Jo que no está permitido en sábado"· (Mt 12, 1 ss). Dios es absolutamente libre y hace participar al hombre de su libertad. Es esta una de las cualidades que le otorga gratuitamente, con todos los riesgos y responsabilidades que exige. El único límite que pone a esta libertad humana es el respeto a la libertad de sus hermanos. Somos todos li– bres, pero estamos llamados a convivir y por eso nuestra li– bertad llega hasta donde comienza la de los otros. Los judíos, en contra de la voluntad del Señor, habían dictado algunas normas rígidas, tales como la prohibición de hacer cualquier cosa en día de sábado. Para ellos el sába– era sagrado y nadie podía mover una paja si quería san– tificarlo. Cristo les dice con claridad que no es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre. Como el hombre tiende siempre a oprimir a los demás y a convertirse en dictador, el cristianismo quiere que culti– ve su libertad, pero considerando hermanos a todos los de– más. A un extraño no se le siente hermano y se le juzga con rigidez; a uno de los nuestros, en cambio, se le toleran muchos desatinos, se le corrigen cariñosamente los defec– tos y se le desea lo mejor. Por eso la libertad que Dios nos concede es la propia de los "hijos". De ese modo, como hi– jos de Dios, hemos de ser conscientes de que somos todos hermanos, con los mismos derechos y obligaciones. No de- 66

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