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para que lo dieran a conocer fuera de Israel. Para ello les "cedió" todos sus poderes. Y los discípulos tuvieron con– ciencia desde el principio de que el poder les venía de Dios y no de sus propios méritos, siendo ellos simples adminis– tradores de la Palabra. La misión que se les cm1fía a los discípulos es la de que todos los hombres se salven y encuentren el sentido de su vida en Cristo. La misión quedará cumplida, no sólo con el hecho de predicar la Palabra y bautizar. Exige también incorporarse activamente a la comunidad fundada por Cristo, la Iglesia. Tal incorporación supone un estilo de vida permanente. Mateo recal" 1 mucho el estilo de vida que debe caracte– rizar al predk1dor. Ante todo, ha de confiar más en la gra– cia de Dio que en sus propias fuerzas. No ha de poner to– da su seg , ,dad en los medios humanos (dinero, vestidos, comida. . ), sino en el testimonio de su abnegación. De ese modo quedará patente ante todos que el Evangelio no es un sistema político necesitado de líderes de masas para ganar adeptos, ni un productor comercial que basa toda su fuerza en la publicidad. El evangelio no se impone, se ex– pone, y debe ser aceptado, libre y gozosamente, por quie– nes llegan a conocerlo. La presencia de los apóstoles en una ciudad debe ser mo– tivo de gozo y de ejemplo para todos sus habitantes. El centro de su mensaje debe ser anunciar la muerte y resu– rección de Jesús, señales evidentes de la presencia de Dios entre los hombres. Es importante recalcar que el mandato de predicar el evangelio a toda criatura no es obligación tan sólo de los apóstoles y de aquellos que son especialmente llamados a cierto tipo de "vida consagrada", sino de todos los bautiza– dos. Se nos otorga gratuitamente el don de la fe, no para que lo disfrutemos tan sólo personalmente, sino también para que lo difundamos con entusiasmo, deseando que otros se beneficien de ella. 58
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