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mos amar y desear el bien. Pero debemos ser enérgicos pa– ra acabar con aquellas compañías o planes que van en con– tra de la ley de Dios, que nos manda amarle a El sobre to– das las cosas y al prójimo como a uno mismo. "Díme con quién andas y te diré quién eres", dice el re– frán. Muchas veces, por falta de vigilancia, nos dejamos arrastrar por el mal. Lo hacemos cuando: - no luchamos contra todo lo que perturba el orden ins– tituido por Dios; - no colaboramos con el bien, luchando contra la injus– ticia, el odio y el vicio; - cedemos ante el mal por las presiones o los beneficios materiales que nos promete. Aún dentro de nuestra misma Iglesia surgen a veces gru– pos que creen tener, en su forma de pensar, todo lo sustan– cial de la fe, llamando a otros grupos que tienen una men– talirl.ad distinta "herejes o infieles" al plan de Dios. Hay que estar alerta para no dejarse embaucar por el primero que cruce nuestra puerta. Dios ha prometido asistencia a su Iglesia y permanecer fieles a ella nunca será un error. Debe– mos tratar de perfeccionarla, adaptarla y hacerla necesaria en nuestro mundo, pero siendo siempre fieles a ella. A lo largo de la historia se han originado cismas, herejías ver– daderas y dolorosos enfrentamientos entre católicos, preci– samente porque algunos han buscado su propio camino de salvación. 56 PREGUNTAS PARA EL DIALOGO ¿Me he callado ante el error y el mal, dejando que crezcan el desorden y la injusticia? - ¿Denuncio y desenmascaro a los falsos profetas, o más bien me callo por cobardía ante sus obras? - ¿Son buenos tan sólo los que me favorecen y malos los que no me simpatizan? - ¿Distingo el bien y el mal según el evangelio o según mis conveniencias personales?

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