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12. La viga y la paja "No condenéis y no seréis condena– dos, ya que El os juzgará a tenor de vuestros juicios, y os medirá con el rasero que apliquéis a los demás. iCómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga en el tuyo?" (Mt 7, 1). Hemos de admitir que somos propensos a juzgar a los demás con severidad y a ser excesivamente complacientes con nosotros mismos. Para nuestras faltas siempre encon– tramos atenuantes y disculpas, en cambio, somos incapaces de ver lo bueno de los otros. A todo lo que ellos hacen dicen o piensan, por honesto que sea, solemos ponerles al– gún reparo. No admitimos, en cambio, que encuentren deficiencias en lo que nosotros planeamos o llevamos a cabo. Pues bien, debemos saber que la dureza del futuro juicio no partirá de Dios arbitrariamente. El, infinitamente mise– ricordioso, quiere que todos se salven, pero por ser tam– bién totalmente justo no puede menos de rechazar a quie– nes juzgan con severidad a los otros. La medida de nuestra recompensa sera la que hayamos usado con los demás. La mezquindad no puede ser pagada con la generosidad. El no juzgar a los otros significa que de ese modo nos tratarán con benignidad en nuestras debilidades, y también que no estamos capacitados para entrar en el corazón de las persona&, y es ahí, en el corazón, donde se fragua la maldad, no en lo que aparece simplemente ante los senti– dos corporales. Nosotros sólo podemos juzgar lo que se ve, condenando el error y despreciando el pecado, pero no podemos ser ri- 51
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