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su color, raza u orígen, no es un pueblo que cumpla la ley y, por lo tanto, que tenga derecho al amor y la paz. El cristiano no se compromete con leyes primordial– mente, sino con Cristo y su Evangelio. Y el Maestro cum– plió a plenitud con la ley, no sólo yendo al templo y pa– gando los diezmos, sino también aceptando a todas las per– sonas, sin distinción, y amando al prójimo, incluso al ene– migo. Del mismo modo, un cristiano no debe creerse "bue– no" cuando cumple con sus obligaciones externas (ir a mi– sa, rezar, pagar promesas... ). Necesita examinarse muy sinceramente acerca de sus sentimientos para ver si en ellos hay egoísmos, acepción de personas o desprecio del próji– mo. La fe debe estar ligada estrechamente a las obras. Es– tas son el fruto y la prueba de la veracidad de aquella. La ley humana castiga a quien mata con la espada o el revólver, pero no suele ser muy vigilante cuando se trata de castigar convenienternente a quienes difaman, envidian u odian. La ley penal impone sanciones a quienes no cum– plen lo dispuesto para la recta circulación o el pago de los impuestos, pero nada puede hacer contra quien viola lo mandado sin ser sorprendido "in fraganti". La ley de Cris– to no castiga cuando encuentra al culpable, sino que to orienta para prevenirle y le llama al orden cuando ha procedido incorrectamente, aunque externamente nadie haya percibido su forma de actuar. El cristiano debe pro– ceder siempre con honestidad, no por miedo a la correc– ción, sino por amor al Legislador y por propio convenci– miento. La esencia de la ley de Cristo es obrar en todo según la Voluntad de Dios, expresada a través de su Hijo, de su Persona y de su Obra. Cristo obró siempre por amor y nos dió a entender que el amor debe ser la fuerza de sus discí– pulos. El amor me exige no sólo cumplir lo mandado, sino vivir de acuerdo con sus exigencias, que superan lo legal. El cristiano es también ciudadano de este mundo y de– be cumplir perfectamente con las leyes sociales que lo re- 46