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jamás poseerá las virtudes que hucen del hombre un ser in– teligente y maduro. - Bienaventurados los que lloran. Es decir, los que lamentan el mal y luchan por conseguir el bien; los que sufren ante los obstáculos que se oponen a los planes de Dios sobre los hombres y sobre el mundo creado, favoreciendo, con su actitud o su pasividad, las injusticias, las divisiones, los odios y las pasiones; los que padecen el destierro, la ingratitud, el desprecio y la perse– cución por ser fieles a su vocación cristiana. Dichosos los que acompañan en el dolor a quienes pasan por alguna tri– bulación y se solidarizan con cuantos se ven oprimidos, menospreciados e injustamente agredidos. Un día triunfa– rán y sus tristezas se transformarán en gozo. -Bienaventurados los mansos. No los impasibles o sin sentimientos humanos, sino aquellos que saben esperar el momento oportuno, sin for– zar los acontecimientos ni violentar a los demás. Es decir, dichosos aquellos que saben escuchar, atender y hablar con calma, sin ofender a sus interlocutores y sin levantar senti– mientos de ira en su corazón. Aquellos que no se dejan do– minar por la violencia, ya que confían en el mejor fruto de la paz. Ellos son conscientes, como Jesús, de que el amor (incluso a los enemigos) y la misericordia consiguen más victorias que el odio o el rencor. Estos trabajan por la jus– ticia para que sobrevengan la paz y el amor. -Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justi– cia. Es decir, los que quieren ser perfectos como su Padre de los cielos y trabajan denodadamente por conseguirlo. Para ello saben que es necesario acatar la Voluntad de Dios y ser fieles a ella en todo momento. Conscientes de sus limita– ciones humanas y de su inclinación al mal, buscan por to– dl)s los medios corregirse y superarse, a fin de ser gratos a Dios y hermanos de todos los hombres. Aprecian en grado sumo los instrumentos que Dios les ofrece para santificar- 38
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