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zar por liberarles del yugo romano al cual estaban vergon– zosamente sometidos. Por eso precisamente rehusa Jesús presentarse como vencedor, como rico y poderoso, para que nadie confundiese su procedencia y su misión. El no viene a "apabullar" a los pueblos con su poder sobrenatu– ral, sino con el ejemplo de su vida y la eficacia de su doctri– na. El sabe que el pueblo judío, como todos los pueblos, padecía necesidades materiales, pero era muy consciente también de que carecía igualmente de riquezas espirituales. Por eso dice "no sólo de pan vive el hombre", aunque tam– bién tenga necesidad del pan. El se niega a reconocer sim– plemente que el pan de cada día sea lo más importante de la vida. Sabía también que los hombres necesitaban de autori– dad y poder para gobernar, pero no admitía que, a través de ambas prerrogativas, unos dominasen a otros. Esta actitud de Jesús ante la triple tentación debe con– vencernos de que: - sólo Dios es absoluto. Todas las demás cosas debemos usarlas como medios para llegar a El y superarnos hu– manamente, jamás como fines: no podemos convertir el dinero, el poder o la autori– dad en ídolos que suplanten a Dios: - los caminos para llegar a Dios no son principalmente los prodigiosos, sino los escogidos por Jesús: la sen– cillez, la sobriedad y el amor. Por eso, al meditar sobre las tentaciones de Jesús en el desierto, debemos ser francos y reconocer que en nuestra vida hay muchos ídolos. A veces olvidamos a Dios y pres– cindimos del prójimo por seguir nuestros caprichos y dar gusto a nuestra vanidad y egoísmo. Debemos luchar tenaz– mente contra la tentación del dinero, del poder y del au– toritarismo, y preocuparnos más los unos de los otros. Sólo así encontraremos a Dios en nuestra vida y Cristo habitará en nosotros. No debemos olvidar, por último, que aún los más resis– tentes pueden sucumbir en el momento menos pensado ,

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