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mismo Jesús nos lo advierte en las bienaventuranzas. Es tristemente cierto que cuando una persona brilla por su inteligencia, su bondad o sus obras buenas, los que no tie– nen ninguna de esas virtudes la envidian, calumnian y has– ta difaman. En ese caso hay que saber adoptar ·una postu- · ra de serenidad. de confianza en que la verdad resplande– cerá un día. Cristo pasó por la afrenta del exilio, del re– chazo, de la crucifixión, pero llegó al triunfó, al éxito por– que confiaba en el Padre y estaba plenamente cierto de que El haría brillar la luz en medio de las tinieblas. Hoy es muy propio de las sociedades mejor organizadas rehuir todo dolor y apurar al máximo el placer. Pues bien, perder de vista esta forma de purificar el espíritu es, cier– tamente, una gran pobreza. La disciplina, el sufrimiento equilibrado y los contratiempos, lejos de anular a las per– sonas, las aquilatan para una mayor eficacia humana y es– piritual. Para un cristiano el sufrimiento, el sentirse extra– ño entre los suyos, el ser rechazado precisamente por su virtud consecuente no debe ser nunca motivo de desáni– mo. Al contrario, ha de saber que de alguna manera tiene que cumplirse en él lo que decía San Pablo. Todos debe– mos acabar en nuestro cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo. Aunque el placer se haya refinado con el transcur– so de los siglos, no deja de ser cierto que la Cruz es el ca– mino hacia la Resurrección. Fue el de Cristo y ha de ser el de todos sus discípulos. 26 PREGUNTAS PARA EL DIALOGO - ¿Descubro a Dios en los momentos conflictivos de mi vida? - El dolor, la enfermedad, la persecución, ¿sirven para alentar n_ esperanza o para hacer temblar mi fe? - ¿Hacemos todo lo posible para que se cumplan en nuestro cuerpo los padecimientos de Cristo? - ¿Soy un verdadero esclavo del placer, en todas sus dimensiones?

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