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La huida no tenía como justificante proteger tan sólo la vida física de Jesús. El, Cristo, era el nuevo Israel y había de padecer el exilio y así asemejarse en todo al pueblo ele– gido, asumiendo sus alegrías y sus penalidades. Las órdenes de Herodes tan sólo dan cumplimiento, inconscientemente, al plan de Dios. Era necesario que Cristo sufriese en carne propia los dolores y angustias de su pueblo, para asimilar su personalidad y ofrecérsele como Mesías. Si la vida de Cristo estuvo marcada, desde su nacimiento hasta su muerte, por la persecución y el sufrimiento, el cristiano no puede pretender que su fe le proporcione úni– camente satisfacciones. Seguir a Cristo, en un mundo tan contrario a los valores del Evangelio, no es fácil. Hay que sobreponerse a las propias inclinaciones, luchar contra las tendencias comunes. Pero es precisamente en los momentos de duda, de an– gustia y de persecución, donde más se manifiesta la fe ma– dura. No es que a Dios le guste mortificar a sus fieles, no. Simplemente los deja obrar y pensar con libertad en un universo conflictivo. Son ellos los que ante los sucesos de cada día (tristes o alegres, favorables o mortificantes) de– ben hacer uso de todos sus arrestos espirituales. Es innegable que todos los seres humanos padecen, físi– ca o sicológicamente. Nadie está libre del dolor, el contra– tiempo o la enfermedad. Pero el cristiano cuenta con la es– peranza en el Señor, en su porpia dignidad y en los hom– bres sus hermanos. Y su esperanza le dice que todo pue– de superarse. Esta esperanza halla su fundamento en Cris– to, el Salvador, que siendo Dios se hizo hombre no sólo pa– ra disfrutar de las satisfacciones temporales, sino también para apurar al máximo los sinsabores de la condición hu– mana. Ser crucificados de alguna forma, ser el blanco de las insidias de otros e incluso llegar al ajusticiamiento, es la cruz de cada día. No todos piensan como nosotros. Hay quien nos desprecia y quien nos envidia. No debemos al– terarnos porque esto suceda. Más bien deberíamos sentir– nos incómodos cuando todos nos alaban y aplauden. El 25

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