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Los magos no eran reyes. Eran sabios, cuya ocupación de astrónomos era muy acreditada entonces. Lo importan– te del relato, sin embargo, no es el oficio de los magos, sino su procedencia y su color. Venían de lugares distintos a Israel. Ellos representaban a todos los pueblos, razas y co– lores. Al aceptarlos Cristo a sus pies en actitud de adora– ción expresa su deseo de llegar a todas las naciones y a to– dos los hombres, ya que no ignoraba que su misión consis– tía en abrir para todos los pueblos los caminos de la salva– ción. Es curioso ver cómo el evangelio no dice que fueron tres ni cita sus nombres. No es eso lo importante para Mateo. El quiere hacer ver cómo en Cristo se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento y cómo El, a pesar de haber nacido tan desvalido, es el Redentor del mundo. De este eptsodio de los reyes magos nosotros debemos sacar algunas conclusiones prácticas para nuestra vida cris– tiana. Examinemos nuestra fe. A muchos les resulta difícil, como a los judíos, creer en un Cristo que desde el primer momento se ve envuelto en la necesidad y la pobreza. No– sotros estamos acostumbrados a ver a la gente importante rodeada de medios poderoios para darse a conocer, para persuadir y convencer a las masas. Los líderes políticos arrastran a las multitudes con promesas de un mayor bie– nestar. Los artistas se sirven de los medios publicitarios pa– ra darse a conocer. Los hombres no se sienten seguros del triunfo si no cuentan con poderosos apoyos monetarios, culturales y de personas. Pues bien, Cristo desafía con su rechazo del poder (eco– nómico, político y social), a quienes confían demasiado en sus propias fuerzas y en los medios humanos que les ro– dean. Al presentarse a los magos tan desvalido e indefenso como cualquier recién nacido pobre, quiere convencer a sus discípulos de que El posee otros medios más poderosos que los simplemente medibles y catalogables para llegar al hombre y al mundo, y transformarlos. Su mensaje y su doctrina no son programas políticos o estrategias doctrina– les, sino semillas que crecen en el interior del corazón huma– no. El no mueve a las masas por dinero, por interés o por

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