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defenso no cabe en la cabeza de quienes están acostumbra– dos a medirlo todo con sus alcances científicos, sus elucu– braciones filosóficas y sus sentidos corporales. Y, sobre to– do, no ven en Cristo al Mesías esperado porque se presen– ta de muy distinto modo a como ellos le esperaban, triun– fante y judío ante todo. Jesús, hombre y Dios, es un misterio que trasciende la inteligencia humana y que tan sólo se comprende en toda su dimensión a través de la fe. Desde su mismo nacimiento fue signo de contradicción. Nos lo dice el anciano Simeón: "He aquí que este niño es– tá destinado para ser caida y resurgimiento de muchos en Israel; será signo de contradicción" (Le 2,34). De este modo entendemos aquellas palabras de San Pablo a los co– rintios: "Nosotros predicamos a' Cristo crucificado, escán– dalo para los judíos y locura para los gentiles" (1 Cor 1, 23). La misma manera como se presenta Jesús mueve al des– concierto, sobre todo a quienes están acostumbrados a conjugar su vida religiosa con sus caprichos personales, aco– modando aquella a estas. "Si alguien viene a Mí, dice Jesús, y no deja a su Padre y a su Madre, a su mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, y aún su propia vida, no puede ser discípulo mío" (Le 14,26). Y más duras nos parecen sus palabras cuando dice: "No penséis que he venido a traer la paz sobre la tierra; no vine a traer la paz, sino la espada. Porque vine a separar al hombre de su padre, a la hija de su madre, a la nuera de su suegra. Enemigos del hombre, los de su casa" (Mt 10, 34). El motivo por el que muchos rechazan el cristianismo es el mismo Cristo. El no ofrece a nadie principalmente un programa de vida y unas leyes para el recto funcionamien– to de la sociedad. El se ofrece a sí mismo como medio y como fin. El aparece como el Camino, la Verdad y la Vi– da.... La Encarnación de Cristo, su Persona, es lo que confun– de hoy y lo que ha confundido siempre. Aceptar a Cristo 14

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