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Teresita de Lisieux entró en un convento de clausura siendo una adolescente. Siempre pensó que no sería de mucha utilidad ni al mundo ni a la Iglesia. Ni siquiera· podía ir a tierra de misiones, como era su deseo. Hubo de conformarse con vivir encerrada en una celda, en un con– vento pobre, con otras muchachas y ancianas francesas que habían profesado su mismo género de vida. Pero allí mantuvo una vida espiritual tan ingenua y evangélica que su existencia fue percibida más allá de toda frontera. Todos, cada uno en su lugar, su trabajo, su hogar o su empresa, su medio ambiente y su dedicación, podemos y debemos realizarnos como seres humanos en plenitud y co– mo cristianos convencidos de que son útiles a la Iglesia y al mundo. Tomémonos en serio. No nos infravaloremos, pero tampoco nos tengamos en menos de lo que somos. Aceptémonos y Dios hará el resto. PREGUNTAS PARA EL DIALOGO - ¿Cuáles son mis dones más notables? - ¿Respeto y aprecio las cualidades que otros poseen, o más bien las envidio? - ¿Ocupo el lugar que me corresponde? ¿Me sobrevalo– ro o me desprecio? - ¿Podría el Señor reprocharme el no haber rendido hasta el presente lo que debía? 120

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