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Cristo nos adelanta algunas de las preguntas que se nos harán aquél día. Se nos preguntará si hemos vestido al des– nudo, o hemos dado de comer al hambriento y de beber al sediento, o hemos visitado al que estaba en la cárcel. Tam– bién en nuestros días deben ser practicadas esas obras de misericordia, por exigencias del evangelio y de la justicia que pregona. Promover al marginado, hablar por el que no tiene voz, presionar a los explotadores... son otras tantas maneras de proceder como cristianos. Cada uno deberá examinar con sinceridad su vida y ver cuáles son realmente las exigencias que el evangelio le pide allí donde vive y entre quienes se mueve. Cristo no admite neutralidades. Los que han orientado su vida por el camino del amor al prójimo y se han esforza– do por hacer el bien como exigencia de su fe, irán a su dere– cha, es decir, a formar parte de la gran familia de los hijos de Dios. Allí será la plenitud de la fraternidad, el gozo to– tal, la clara visión de Dios. Los que han vivido en la tierra como hermanos, es justo que vivan también como tales al lado de Dios. Quienes hayan orientado su vida por las sendas del egoísmo, el odio, el rencor, la desidia, la fa!'~ 1 de preocu– pación por los demás, irán a su izquierda. No podrán dis– frutar de las consecuenci;.s del amor, sino de las del odio. Se sentirán frustrados porque nadie (ni el mismo Dios) querrá compartir con ellos lo que ellos jamás compartieron con los otros. Sepamos desde un principio que el que no está con Cris– to, está ya en contra de Dios. Y está enfrentado con Jesús el que no es capaz de amar a su prójimo y compartir la vi– da con él. PREGUNTAS PARA EL DIALOGO - ¿Soy esclavo de mis caprichos? - ¿Deseo que todos me sirvan? -- ¿Cuenta algo el prójimo en mi vida? - ¿Me contento con no hacer mal a nadie, o me preo- cupo también de hacer el bien a los demás? 117

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