BCCCAP00000000000000000000502

bién si hemos amado al prófmo como a nosotros mis– mos; - Cristo, si bien no debe ser confundido con el prójimo, gusta de identificarse con él, sobre todo a la hora de pedir cuentas sobre el amor. El bien que hagamos a los demás repercute en Cristo y el mal que hagamos también. Muchos viven preocupados por sus problemas del "más acá", y apenas se acuerdan de que lo que realmente impor– ta, lo que es totalmente seguro, es el "más allá". Al "Reino preparado desde siempre" tan sólo podrán entrar los que hayan orientado su vida por las leyes del amor. Cristo con– dena por completo el egoísmo. De nada servirá que en la tierra le hayamos alabado con los labios, o entonado him– nos en su honor. Lo que probará la madurez y claridad de nuestra fe será el amor que hayamos profesado al prójimo. Y no se trata de un amor pasivo (no hacer daño a nadie), sino de un amor activo, capaz de dar la vida por los demás. Cristo nos dio ejemplo. No sólo alabó al Padre de los cie– los con su boca. Dedicó toda su vida a servirle a sus her– manos, los hombres. Y por ellos aceptó la muerte de Cruz, para su rescate. Habrá quien también hoy le diga a Cristo: "¡Cuándo te vimos hambriento o desnudo?. Porque muchos viven tan apegados a lo suyo, tan confortables con sus posesiones que apenas advierten la presencia de los pobres, los encar– celados y los desnudos. Nos encerramos a veces en nues– tro pequeño mundo y todo lo demás nos resulta ajeno. Aunque sea legítimo lo que tenemos debemos compartirlo de alguna manera, solidarizarnos con quienes no tienen na– da, estimular a quienes no ponen a producir sus talentos. El prójimo no debe resultarnos nunca ajeno. Y prójimo no es el que está lejos de mí o el más próxi– mo (familiarmente hablando), sine todo el que Dios pone en mi camino, aunque no sea de mi clase, mi raza o mi na– c10n. 116

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz