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31. Estar siempre e:n vela "Pero después que se marcharon a comprar el aceite, vino el esposo; y las que estaban prontas entraron con él a las bodas, cerrándose luego las puertas. Llegaron luego las otras jóvenes diciendo a voces: Señor, Se– ñor, ábrenos. Pero él respondió: Os digo de veras que no sé quiénes sois. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la Hora" (Mt 25, 10). Mateo reproduce un hecho muy común en el pueblo ju– dío. Para los israelitas una boda comenzaba cuando el no– vio, acompañado de sus amigos, llegaba a la casa de su no– via. La novia tenía por costumbre salir a su encuentro. ro– deada de sus amigas más íntimas. Es curioso ver cómo el evangelio repite el mismo simbo– lismo en otros pasajes. En el sermón de la montaña tam– bién se habla de un hombre necio que construye su casa so– bre arena y se derrumba por falta de cimientos sólidos, y del hombre sabio que la edifica sobre roca y, por lo tanto, permanece en pie a pesar de las muchas tormentas que pueden azotarla. En otro lugar nos habla, asímismo, del amo de casa que vela par!! q11~ el ladrón no le robe y del que, descuidado, da pie para que le asaiten y desmantelen. La lección fundamental de esta parábola y de las otras comparaciones es que debemos permanecer siempre a la es– pera. El Señor puede venir en cualquier momento. Sería una pena que, entretenidos en miles de preocupaciones, no advirtiésemos su presencia en nuestra vida. Pudiera ser que 112

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