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considera como un ideal cristiano. En el A.T. ser vírgen, quedarse soltero, era una humillación, salvo en contadísi– mos casos. Tan sólo Cristo revaloriza y dignifica esta "ma– nera" de vivir. El mismo fue célibe y, de alguna manera, exigió a sus discípulos que lo fueran también. Ser esposo a esposa no sólamente le da al ser humano (hombre o mujer) la posibilidad de desahogarse físicamen– te, sino también la ocasión de realizarse con la ayuda del otro cónyuge y de los hijos. El permanecer célibe no debe ser tomado como una forma de evadir la responsabilidad familiar, sino como medio apto para santificarse y entre– garse con mayor razón al servicio de la Igiesia. Uno es céli– !:)e, no por falta de amor, sino por exceso de él. Del mismo modo que nadie debería contraer matrimo– nio a la fuerza o como condición para adquirir ciertos de– rechos, así también nadie debería ser célibe para acceder a otras dignidades o servicios. Tanto el matrimonio como el celibato deben ser aceptados libremente por quienes se sienten capacitados para ser fieles de por vida a ellos. No es más perfecto el célibe que el casado, ni viceversa. Cada uno de ellos debe cumplir dignamente con las exi– gencias de su vocación y santificarse en el estado a que ha sido llamado. La corona de gloria que a cada uno se le otorgará un día está en las manos de Dios. Lo que a noso– tros nos toca es apreciar grandemente ambos estados y de– cidirnos por aquél que más nos llene y nos satisfaga. PREGUNTAS PARA EL DIALOGO - ¿Soy consciente de lo que significa la vida matrimo– nial? - ¿Aprecio el sentido cristiano del celibato? - ¿Me santifico a través del estado de vida que he abra- zado? - ¿Sé que el amor cristiano exige sacrificios, donación y diálogo? 101

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