BCCCAP00000000000000000000502

27. Matrimonio y celibato "No todos comprenden este lengua– je, sino solamente los que reciben este don. Hay hombres que nacen incapacitados para casarse. Hay otros que fueron mutilados por los hombres. Hay otros que por amor al Reino de los cielos han descar– tado la posibilidad de casarse. iEn– tienda el que pueda!" (Mt 19, 10 SS.). En el capítulo quinto de San Mateo Jesús atribuye al hombre y a la mujer iguales derechos. &f lo quiso Dios al comienzo (Gén 2, 24). La ley de los judíos, hecha por hombres, ponía en desventaja a la mujer. Se le podía con– ceder el divorcio al varón simplemente por motivos de co– modidad. De esa forma la mujer quedaba al desamparo. A los judíos les parecía imposible ser fieles porque no consideraban el matrimonio como medio de santificación, sino de simple procreación. Y es muy cierto que un matri– monio no puede subsistir sin espíritu de comprensión, ayuda y diálogo. Ninguna ley puede ser cumplida con exac– titud sin este espíritu. El cristianismo condena el divorcio. Dios, desde el prin– cipio, deseó que hombre y mujer fuesen una "sola perso– na". Si Moisés permitió el divorcio fue para evitar un mal mayor, como era el "derecho" que en la práctica tenía to– do hombre de "acabar" con su mujer si la sorprendía en falta o simplemente sospechaba de su conducta. El que contrae matrimonio cristiano por amor y con no debe pedir posteriormente el divorcio como

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz