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caricia de la brisa nocturna que agitaba los árboles de los jardines produciendo suave murmullo. Jesús aprove– chó el correr del viento para presentar a Nicodemo una gráfica imagen de lo que acaece en el orden espiritual. Viento y espíritu se expresan en hebreo con una misma palabra, y en realidad tienen mucho de parecido. El soplo del viento no se ve, pero se nota por el ruido y el movi– miento que alza al pasar entre los árboles y demás obje– tos del mundo físico. Lo mismo acaece en el mundo espiri– tual con la acción del Espíritu Santo. Por eso Jesús, añadió: - No te maravilles de que te he dicho: Es preciso nacer de arriba. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo lo nacido clel Espíritu. La comparación de la acción del Espíritu y el viento pre~enta a la mente del rabino horizontes nuevos, desco-– noc1dos, y todo confuso pregunta: - l,Cómo 1rnede ser eso? -- ¿Eres maestro en Israel y no sabes esto? Calló Nicodemo un tanto avergonzado viendo que con toda su ciencia no podía comprender las sublimidades de la doctrina del Nazareno. Jesús entonces, sin interrupción de Nicodemo, prosiguió su coloquio, dándole a entender su divina misión. El viene del cielo a salvar a los hombres. Semejante a la serpiente de Moisés símbolo de salvación, ha de ser levantado sobre la tierra, para que todo el que crea en El, tenga vida eterna. La noche había avanzado. Llegó la madrugada. Con el ocaso de la luna, Jerusalén quedó envuelta en sombras. A la luz de las últimas estrellas, salía Nicodemo de la morada de Jesús. Iba impresionado con las palabras del Nazareno, pero sin recibir el último golpe de gracia. La fe en Jesús quedó en su corazón envuelta entre las nie– blas del respeto humano. En el Calvario aparecerá para ungir el cuerpo del Crucificado con perfumes. iLos misterios de la gracia son insondables! 78

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