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vencido. Ahora quiere derribarle por la ambición. Le con– duce a un monte muy encumbrado, y desde allí le hace contemplar la riqueza y poderíÓ del mundo. -· Mira • .. le va diciendo esos campos tan produc- tivos, esas quintas de recreo, esos palacios donde hay acu– muladas tantas preciosidades. Fíjate en el brillo del oro de Arabia, en el primor de las telas de Oriente, en los teso– ros de Egipto. Tiende tu vista allende del mar; recorre la culta Grecia, la poderosa Roma y todas las demás re– giones donde hay abundancia, placeres, honores. Todo es– to es mío y todo lo entregaré en tus manos. Para dártelo una sola cosa te pido, y es una insignificancia. Ponte de rodillas a mis pies y adórame. Aquello era damasiaclo. Jesús rechaza con fuerza al Tentador y, santamente indignado ante su provocación. exclama fulminante: - iVete, Satanás!, porque está escrito: «Al Señor tu Dios adorarás y a El sólo darás culto». A estas palab,ras de Jesús, El Tentador, más ligero que el rayo, se fue y se precipitó en las profundidades del in– fierno. No volverá a molestarle hasta su Pasión en que será la hora y el poder de las tinieblas. Huido Satanás, luces de cielo cercan a Jesús vence– dor. Los ángeles le rodean, le confortan y le sirven ce– lestes manjares que reponen sus fue,rzas desfallecidas, ce– lebrando con cánticos su victoria. Victoria que es un an– t,icipo del triunfo completo que tendría un día, cuando en la cima de otro monte, podrá decir. mirando como suyos los mundos y los siglos: - Se me ha daclo todo poder en el eielo y en la tierra. 53
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