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el dedo unos pedernales, redondos y pulidos por la ac– ción del tiempo, semejantes a blancos panecillos, le dice: - Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se con– viertan en pan. Pero Jesús no quebrantará nunca la voluntad del Pa– dre por contentar la sensualidad. Prefiere abandonarse al cuidado de la Divina Providencia. Inspirado en la Es– critura santa. serena y sencillamente, responde al Ten– tador: - No sólo de pan vive el hombre, sino de toda pa– labra que procede de la boca de Dios. Vencida esta tentación, Satán intenta otro ataque. Ya que no ha podido hacerle caer por la sensualidad, de– sea despertar en su corazón el orgullo. Dotado del poder de los espíritus, en un momento transporta a Jesús a una de las torres almenadas del Templo de Jerusalén que mi– ra al valle Cedrón. La altura de unos cien metros era im– ponente. El 3rrojarse de allí y quedar ileso sería un pro– digio ruidoso que había de llamar la atención a las turbas que hopmgueaban en los atrios de la casa de Dios. Esto SE¡fía un buen principio de su mesianismo. Podría ganarse muy pronto una multitud de admiradores. Para rendir Sa– tán a Jesús cita unas palabras de un salmo, diciéndole: - Si eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo; por– que está escrito: «A sus ángeles ha mandado sobre ti que te guarden y te tomen en las manos para que no tropiece tu pie sobre las piedras». Pero Jesús no quiere vanos artificios para brillar de– lante de los hombres. Viene a fundar un reino sobre la humildad y la sumisión a los divinos mandatos. Cono– ce muy bien el sentido de las Sagradas Escrituras, y así replica a Satanás: -·· También está escrito: «No tentarás al Señor tu Dios». Aun con esta nueva derrota el Tentador no se da por 52
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