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norama. Con sus ojos quería abarcar los lugares que ha– bían de ser teatro de sus predicaciones y milagros: el Ta– bor, el Jordán, el lago de Genesaret, Cafarnaúm, Betsai– da, Tiberíades, Magdala, los caminos que había de reco– rrer solo y con sus apóstoles. Mas allá, Jesuralén, cen– tro del culto teocrático, la ciudad amada con toda la ter– nura de su Corazón, donde hab,ría de morir, víctima de la ingratitud y perfidia de los hombres. Caminaba Jesús, y su silueta varonil se recortaba en el azul del cielo. Atrás quedaba Nazaret con sus casitas blancas, llenas de recuerdos. La carpintería se había ce., rrado P!lira siempre. cuando algún nazaretano se acerque a dar algún encargo, María dirá con una expresión de indecible tristeza: iJesús no está! Jesús sigue, sigue adelante camino del Jordán por los campos verdes y grises de Galilea. En Nazaret continuará el mismo ritmo de vida: habrá idénticos Pirfumes de flo– res e iguales cantos de pájaros; los hombres repetirán sus trabajos y sus oraciones de siempre. Pero falta allí la flor más bella y fragante, la canción más delicada y melodiosa, el trabajo más grato al Señor, la oración más pura y acepta a la divina Majestad. Ha partido el Hijo de la Virgen, el Hijo de Dios. iEl mundo verá a su Salvador! 41
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