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PERDIDA Y HALLAZGO Había cumplido Jesús doce años. Indescriptibles gra– cias y hermosuras se reflejaban en todo El. Esbelto era su talle como fragante lirio; dulces y atrayentes sus ojos; sus cabellos en bucles de oro caían sobre sus espaldas; sus me– jillas mostraban un suave tinte rosa; sus manos finas pa– recían hechas a torno. Aparte de estas bellezas externas, había un no sé qué en El que robaba los corazones. Era la gracia interior que se irradiaba en toda su persona. María y José le amaban con verdadero enamoramiento. El era la luz de sus ojos, la alegría de sus almas, el descanso de sus corazones. Pero, al llegar Jesús a los doce años, según costumbre judía, era ya considerado como adulto y sujeto, por tan– to, a las prescripciones de la Ley Mosaica, aun las más ri– gurosas como eran los ayunos y la peregrinación al Tem– plo de J eru.salén, en las grandes fiestas. Se acercaba la Pascua. Todos los buenos israelitas se disponían a celebrarla en la Ciudad Santa. Hacia el 10 de Nisán salió de Nazt>.ret una caravana de pe,regrinos con el fin de llegar con tiempo para la gran solemnidad. Con ellos partieron María y J o&é con el Niño Jesús. Iban en dos grupos: el de los hombres y el de las mujeres. Por el cam– po se entretenían en cantar salmos, entre los cuales no faltaba el que empieza: 34
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