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cibe en su palacio, sonriendo maliciosamente. Muestra gran interés por el asunto que los trae a Jerusalén y les pregunta detalles sobre el tiempo y la fopna de la apari– ción de la estrella. Les da noticia del informe de los sa– cerdotes y escribas. Les dice que han de dirigirse a Belén para ver al nacido Rey y les añade este encargo: Id a informaros sobre ese niño, y cuando lo ha.liéis comunicádmclo para que vaya yo también a adorarle. Los Magos partieron por la puerta Sur de Jerusalén a la ciudad de David. Eran los últimos instantes del crepúsculo vespertino. Las sombras de la noche iban envolviendo todas las co– sas en obscuridad y misterio. El v,éspero brillaba en me– dio del cielo. Poco a poco el fi,rmamento se fue enjoyando de estrellas. De pronto la estrella milagrosa aparecía a sus ojos reconfortando su corazón con suaves rayos. Ya llegan a Belén siguiendo el derrotero de la estre– lla. Esta se para sobre la casa donde se halla el Niño con su Madre. Entran en aquella humilde vivienda y al momen_ 1 • to reconocen al nacido Rey. Al verle, se postran en tierra y le adoran. Abren luego sus cofres y le presentan sus regalos. Melchor reconocién– dolo por rey, le of 1 rece oro. Gaspar teniendo presente su divinidad, le ofrenda incienso, y Baltasar, viendo en El al hombre que había de morir, le obsequia con mirra. Maria y José contemplan a aquellos hombres de ex– trn.ña indumentaria. Ven cómo adoran al Niño y le ofre– cen sus dones. Todo esto los deja mB¡ravillados y no saben qué decir ni qué hacer. Media la noche. Los Magos toman un breve reposo. Un ángel de Dios les avisa que no vuelvan a entrevistar– se con Herodes en cuya mente cruzan planes perversos. La mañana vino con sus luces. La caravana oriental caminaba hacia el Este. María y José continuaban en Be- 28

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