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ACORDE FINAL cuarenta días habían transcurrido después de la resu– rrección de Jesús, el divino Maestro. Sus discípulos habían sido varias veces testigo de sus apariciones. En ellas los había adoctrinado, consolado, fortalecido. Ellos, pasados al– gunos días en Galilea ocupados en sus redes y en sus bar– cas, ganando el cotidiano sustento, regresaron a Jerusalén citados allí, al parecer por el Señor. Era el mediodía. Se hallaban todos reunidos en el Ce– náculo. Como de costumbre, súbitamente, se presentó el Maestro en medio de la sala. Llegaba para hacerles la úl– tima visita. Se sentó a la mesa. Comió con ellos. Acabada la comida, les dirigió su palab,ra en la que les manifestó un amoroso reproche po,r su falta de fe, puesto que se habían mostrado tan reaccios para creer a los que afirmaban haberle visto resucitado. Fue iluminando sus in– teligencias, haciéndoles comprender la necesidad ele su Pasión y muerte, a fin de que se cumpliese lo'.gue estaba escrito de El en las Escrituras. Les anunció tamll,iéri. el de.s– tino al que por El habían sido ellos llamados: era predicar en su nombre la penitencia y el perdón de los pecados. Pasado un rato de intima y amorosa cónfidencia, sa-• lió afuera con ellos camino de Betania. hacia el Monte de los Olivos. 1 ,1'
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