BCCCAP00000000000000000000501

dos discípulos salieron de Cafarnaúm, llegaron al embar– cadero, subieron a la barca y se adentraron en el lago, cuyas aguas Íes traían tantos recuerdos. Se apagaban las últimas luces del día. Vino la noche con su manto de estrellas. El agua ofrecía suaves reflejos de luz estelar. Una y otra vez van echando la red en la oscuridad nocturna. Pero todo inútil: ni un solo pez logfan coger entre sus mallas. La noche pasa sin pescar nada. Comienza a clarear y la esperanza de la pesca se va desvaneciendo. Por fin. llega la mañana en que ríe el sol, haciendo brillar el agua; pero la barca continúa vacía. Inesperadamente suena en la playa la voz de uri hom– bre, que no distinguen bien por la distancia y el ruido del oleaje. Se conoce que aquel hombre es amable y prác– tico en la pesca, puesto que les avisa indicándoles el lado donde pueden echar con acierto la red. La voz descono– cida les dice: -·- Muchachos, ¿no tenéis nada a la mano que comer? -- No --- le contestan. Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis añade la voz de la playa. Ellos sin duda pensaban que hacia aquel lado vería el desconocido algún banco de peces. Echaron la red y al punto se llenó de tal multitud de ellos, que ya no podían arrastrarla. Viendo Juan el prodigio, pensó que aquello no podía ser sino obra de Jesús, y mirando a Pedro le dice emocionado: - iEs el Señor! Pedro que oye esto. no cabiendo en sí de gozo, impul– sado por amor al Maestro, se viste la túnica, y a toda prisa se arroja al agua y va nadando hasta la orilla donde estaba Jesús. Poco después llegan los demás discípulos en la barca y saltan a tierra. Jesús les espera con un sencillo desayuno de pan y un pez que tenía al rescoldo de unas brasas. 250

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz