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PRESAGIOS DE TRAGEDIA Habían pasado ocho días después del Nacimiento del Niño Dios. El bullicio habido en Belén, con motivo del empadronamiento ordenado por Quirino, dejó de notar– se. Los forasteros fueron regresando a sus ciudades y al– deas. Ya Maria y José pudieron dejar la gruta del Naci– miento e instalarse en casa de algún pariente o conocido. Llegó el momento en que el Niño, según la costum– bre hebrea, tenía que ser circuncidado. La ceremonia no revistió gran solemnidad como solía acaecer entre los Ju– díos; pero se cumplió la Ley del Señor. José tomó el cu– chillo de piedra y realizó la cortadura, repitiendo las pa– labras rituales: -- iAlabado sea Dios que nos santifica mediante sus mandamientos y nos ha impuesto la circuncisión! Unas gotas de sangre b,rotaron del cuerpo del Niño, cual si fueran menuditos pétalos de rosa escarlata, y al verlos María sintió el primer golpe de la espada que había de traspasar toda su vida su corazón de madre. En aquel mismo instante se puso al Niño el nombre de Jesús, el que fue anunciado por el ángel y que indicaba toda la misión del Niño-Dios sobre la tierra: El era el Salvador de los hombres. 21
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