BCCCAP00000000000000000000501

homb.re interrumpía su conversac10n; pero la cortesía oriental les impedía rechazar su compañía. Pensaban que era uno de tantos peregrinos que había acudido a Jerusa– lén con motivo de la Pascua y ya regresaba a su casa. Mas el desconocido caminante les hace esta pregunta: --- ¿Qué conversación lleváis en vul'stro camino entr<' los dos? ¿por qué estáis tristes? Si los viajeros de Emaús no hubieran tenido velados los ojos, habrían visto en aquel extraño peregrino al mis– mo Jesús que quería confortarlos. Uno de ellos llamado Cleofás, queda todo extrañado ante la pregunta del divino Caminante. Piensa que nadie puede estar ajeno a la preocupación que embarga su alma. Por eso le interroga: ---- ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no co– noces los sucesos en <'lla ocurridos en estos días? ¿cuáles? pregunta Jesús. - Lo de Jesús Nazareno, varón profeta, poderoso t'n obras y palabras ante Dios y ante el pueblo. Y siguen dándole pormenores de su vida, de su pa– sión y muerte. Al hablar del Maestro malogrado se les encendía el rostro de amor, y en sus palabras se notaban vibraciones 1 de entusiasmo. Pero luego con profunda me– lancolía añadieron a lo dicho: - Nosotros l'sperábamos que sería El quien rescataría a Israel; mas, con todo. van tres días desde que sucedió t'StO. La tristeza quebraba su voz. Sus ojos se humedecie– ron. Era Pªtª ellos una profunda pena la esperanza fa– llida en el Maestro perdido. No creían tampoco lo que contaban las piadosas mujeres de haber visto en el se– pulcro vacío un ángel que les afirmaba haber resucitado el Nazareno. Tefminaron el relato con estas palabras que daban claro indicio de su falta de fe y del desaliento que se ha– bía apoderado de sus corazones: 242

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz