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bros comenzaban a ponerse rígidos. Todo el cuerpo se in– clinaba hacia abajo por su propio peso. Llegó el momento en que sintió romperse el hilo de la vida. Contra todas las leyes naturales, prorrumpió en un grito potente que resonó en todo el Calvario, en el cual pronunció estas palabras: -- Padre, en tus man-0s encomiendo mi espíritu. Acabada la frase, como víctima sacrificada en el altar, inclinó suavemente su cabeza y expiró. Eran las tres de la tarde: Tembló la tierra. Las rocas se conmovieron. Se rom– pió el velo del Templo de arriba abajo. Algunos muertos resucitaron. El centurión, viendo la profunda consternación de la naturaleza, hizo esta confesión: --- Verdaderamente éste era Hijo de Dios. Las turbas testigos de aquel espectáculo, despavoridas. bajaban del Calvario golpeándose el pecho en señal de contrición. En la cima del monte quedaba pendiente de la cruz el cuerpo de Jesús desangrado, roto, inmóvil. En su cos– tado derecho se veia una herida que le había abierto un soldado con una lanza. De la herida fluía sangre y agua. Terminó el eclipse. El sol brillaba en medio del cielo. El mundo había sido testigo de la más horrorosa tra– gedia. 233
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