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El discípulo cumplió el encargo de Jesús agonizante, y desde entonces fue María su tierna y amorosa Madre. Llevaba Jesús casi tres horas de horribles angustias. Al mediodía, cuando fue clavado y alzado en la cruz, co– menzó a realizarse un extraño fenómeno en toda la na– turaleza. Parecía que el mundo iba también a entrar en agonía. Densas tinieblas fue.ron envolviendo la tierra. Di– ríase que el sol avergonzado· de tan horrible crimen nega– ba su luz al mundo culpable. Este fenómeno no tenía ex– plicación natural. No podía ser eclipse porque la luna es– taba en su plenilunio, y en él no hay eclipse posible. Faltaban unos momentos para que Jesús expirase. Se sentía anegado en un mar de angustias. Las tinieblas que envolvían la tierra no eran sino símbolo de las que como horribles monstruos se cernían sobre su alma. Se veía he– cho el oprobio de las gentes. Levanta entonces su mirada al cielo buscando refugio en el Padre; pero siente que el Padre viéndole cargado con los pecados de todos los hom– bres, le hace sentir su abandono. Por eso exclama: - «Eloy, Eloy, lama sabachtani?» Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Los tormentos, la sangre que se había escapado de sus venas, la falta de comida y bebida le hacían sentir una sed ardorosa, imagen de la que abrasaba su corazón, y alzó su voz para exclamar: - iTengo sed! Un soldado empapó una esponja en un líquido agri– dulce que allí había; la puso en el extremo de una caña y se la acercó a los labios de Jesús. Jesús. probado aquel brebaje, dijo: - Todo está acabado. Era el último instante que le quedaba de vida. Su cuerpo desangrado mostraba una cadavérica amarillez. La sangre salida de sus heridas formaba coágulos. Sus miem- 232
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