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Los ojos del Maestro han brillado con inusitado ful– gor. Después del anuncio de la universal catástrofe les hace ve1 que luces del cielo inundarán el mundo. - Entonces -- añade Jesús --- verán al Hijo del Hom– bre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y ma– jestad. Cuanclo estas cosas comenzaren a suceder, cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vues– tra redención. Con esto, sin duda, que,ría dar a entender el Maestro a sus discípulos el triunfo definitivo, completo y eterno que El ha de tener en su segunda venida al mundo. Triun– fo del cual han de participar todos sus elegidos, los cuales llegarán entonces a la plenitud de su redención y de su gloria. Para dar fuerza a sus afirmaciones, Jesús recalca sus palabras, haciéndoles ver que aunque todo pase, su ense– ñanza permanece siempre. - El cielo y la tierra - les dice con solemnidad pasarán; pero mis palabras no pasarán. El Maestro continúa hablando del final de los tiem– pos, exhortando a los discípulos a la vigilancia, porque el día del Señor vendrá como un relámpago, como un ladrón en la noche, como un lazo que de improviso caza al ave descuidada. El señor regresará pronto a tomar cuentas a todos, como el que ha entregado a sus siervos sus talentos Y exige negociar con ellos. Será también el esposo que llega cuando las vírgenes que esperan su boda estén ador– mecidas, y sólo 1ls prudentes podrán tomar parte en el banquete nupcial. -- Velad saca en consecuencia el Maestro --, por- que no sabéis el día ni la hora. Sigue luego Jesús describiendo a los suyos el cuadro dramático del juicio final con la suerte definitiva de los buenos y de los malos. Los primeros irán a la vida eterna, mas los segundos, al eterno suplicio. ' 207

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