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bajo de la presencia del Maestro bueno. No tuvo corazón para romper con todo y seguirle. Jesús le siguió unos instantes con la mirada, en la cual se reflejaba una tristeza indefinible. Luego vuelto a sus discípulos, les dijo: -- i Cuán difícil es que los ricos entren en el reino de los cielos! Los discípulos quedaron sorprendidos ante el lamento del Maestro; pero al instante El insistió en lo mismo, re– pitiendo el pensamiento en forma más gráfica: - Más fácil cosa es pasar un camello por el hondón de una aguja que un rico entrar en el reino de Dios. Hubo un momento de silencio expectante. Los rostros de los discípulos reflejaban vacilación, inquietud, miedo. Y se decían entre sí: •-- ¿Quién podrá salvarse? Jesús abre su corazón a la esperanza, dirigiéndoles una amorosa mirada y didéndoles al mismo tiempo: - Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para El son posibles todas las cosas. Aprovechando Pedro aquel incidente, se atreve a p,re– sentar al Señor su hoja de servicios, preguntándole: -- He aquí que nosotros lo hemos dejado todo por seguirte: barcas, redes, casa, ¿qué premio nos vas a dar? • 1 , Jesus responde con magníficas p,romesas. Sus apos- toles serán sentados juntamente con El en doce tronos resplandecientes de gloria para juzgar a las doce tribus de Israel. Igualmente tiene premio para aquellos que dejan todas las cosas por El y el Evangelio: tendrán en este mundo el ciento por uno, y después, la vida eterna. Jesús prosir,:uió su cBmino hacia Jerusalén. No per– día ocasión' de predicar su divina doctrina. Caravanas de buenos israelitas se dirigían a Jerusalén para celebrar 12 Pascu~. Jesús formaba grupo aparte con sus apóstoles. El camino serpeaba en cuesta, perdiéndose en lontananza. 194

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