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luntad ante la evidencia se rindieron y creyeron en Jesús. Mas i oh misterio insondable! Esto fue motivo para que otros se obstinaran en su maldad. Fueron a dar cuen– ta a los fariseos. Con esta noticia se exacerbó en ellos el odio. Un odio a muerte que roía sus endurecidos corazones. Pronto se reun~ el Sanedrín para adoptar posiciones ante el incremento del prestigio de Jesús. Hasta temen o se figuran disturbios y represalias de Roma, en lo cual pueden salir mal parados. La mue,rte del Nazareno aca– baría con todos estos conflictos. El sumo sacerdote tiene la última palabra, y dice: - ¿No comprendéis que conviene que muera por todo el pueblo y no que todo el pueblo perezca? La hora de las tinieblas se acercaba, como negra nube empujada por los :furiosos vientos de las pasiones huma– nas. Jesús estaba destinado a morir. Pero por encima del odio y de la envidia de los hombres, estaba el amor y la misericordia de Dios que había dec,retado la muerte de su divino Hijo, a fin de que los hombres no perezcan sino que tengan la vida eterna por su muerte de Cruz. 191
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