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le llamó piedra angular de su Iglesia, y ahora le llama Satanás. El discípulo sigue revolviendo dentro de sí estos encontrados pensamientos. Ha cerrado la noche. Hay un momento de silencio. Jesús sigue caminando en espera de que tenga cumpli– miento las palabras del trágico anuncio. De nuevo se alza la voz del Maestro con matices más sombríos que los que entonces ya envolvían la tierra, di– ciendo: -- Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Terminada la frase, el Maestro sigue su paso por el camino bordeado de árboles que proyectaban neg;ras som– bras. Cerca rugían las aguas del río. En la lejanía bri– llaban las estrellas. 167
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