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EL PAN DE LA VIDA La mañana primaveral iba creciendo en claridad y animación. En el lago bogaban algunas barcas que regre– saban a Cafarnaúm. A bordo de una de ellas venía Jesús con sus apóstoles. Al llegar al embarcadero saltaron a tie– rra. Allí se veía el rebullir de la gente nerviosa e inquieta. Muchos de aquellos hombres ~ran de los que habían sido testigos de la multiplicación de los panes y los peces en el desierto. El descontento asomaba a sus rostros, porque Je– sús no había secundado sus planes de ser proclamado rey de Israel. Les parecía que aquella ocasión era propicia, y el rechazo de Jesús contrariaba, en gran manera, las as– piraciones de los buenos israelitas. Ellos sabían que el Maestro no había subido a la bar– ca con sus discípulos, sino que se había retirado a un mon– te. Lo anduvieron buscando y no lo hallaron. Ahora de nue– vo lo encuentran en la playa. Por eso con aire de sorpresa le preguntan: _, Maestro, ¿cuándo has venido aquí? Jesús penetrando en el fondo de sus corazones, se da cuenta del egoísmo abrigado en ellos. Buscan al Nazareno con fines meramente materiales: sus beneficios, sus cu– raciones, las esperanzas de que sea rey y tfaiga la prospe– ridad a toda la nación. Mas Jesús, no deseando sino le- 153

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