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iUn fantasma! iUn fantasma! Pero he aquí que se percibió una voz dulce por ellos conocida, que les decía para animarlos: -- No tengáis miedo. iAnimo y confianza! iSoy Yo! E¡ra la voz de Jesús que serena las tempestades, y les llenó de tranquilidad. Pedro siempre impetuoso, ávido de hallarse jtmto al Maestro querido, le dice: - Señor, si eres Tú, mándame a mí ir sobre las aguas. - Ven ~ le respondió Jesús. Al momento salta Pedro de la barca y se dirige hacia Jesús caminando sobre el lago. Pero he aquí que el viento vuelve a soplar con fuerza. Esto le llena de miedo. Enton– ces comienza a hundirse. Al impulso de su fe en el Maes– tro, deja escapar este grito de su garganta: ·-- iSeñor, sálvame! Jesús lo toma de la mano y le lanza este amoroso re– proche: -· Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? Al momento Jesús lo introduce en la barca. El viento totalmente se calma. La admiración se dibuja en todos los rostros. La paz s.e desborda en todos los corazones, y los doce se ponen de rodillas y exclaman en un acto de ado– ración: Verdaderamente eres el Hijo de Dios. La barca se fue deslizando suavemente sobre el lago. Sus aguas iban recibiendo las ¡yimeras luces del día. Aquel amanecer sereno y riente traía promesas de vida. Parecía una alborada del cielo. 152
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