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ANSIAS DE SOLEDAD Había comenzado la primavera. Por doquier podía contemplarse una epifanía de luz y de color. La tierra veíase remozada po,r los brotes de la yerba nueva y los árboles por el verct'e ropaje de sus hojas. Las flores en los huertos y en las lindes de los regatos ostentaban sus vivos matices y esparcían sus perfumes. La Pascua esta– ba próxima y los buenos israelitas se disponían a ce– lebrarla. Jesús recibía encon~radas impresiones; sus discípu– los regresaban gozosos de sus correrías apostólicas; pero la noticia de la muerte de Juan el Bautista era para El una desgracia y un triste presagio. Suspiraba por la so– ledad para dar reposo a su cuerpo y solaz a su corazón. En tornó de El se había reunido tanta gente que no le dejaban tiempo ni siquiera para comer. Entonces dijo a sus discípulos: - Venid a solas a un lugar retirado y descansad un poco. Los apóstoles pronto se dieron cuenta de los deseos del Maestro: quería estar sólo con ellos y hacerles gozar de su intimidad. Subielon a la barca y pasaron al otro lado del lago cerca de Betsaida, pequeña población, en– tonces ya embellecida y agrandada por el Tetrarca Fllipo. Bordeando el lago, llegaron a la orilla opuesta; pero 148

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