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-- ¿No es éste el Hijo de José, el carpintero? - ¿oe dónde le vienen tales cosas? -- ¿Qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? - ¿cómo se hacen por su mano milagros? ¿No es éste el Hijo de María y hermano de Santia– go, de José, de Judas y de Simón? - ¿ Y sus hermanos no viven entre nosotros? El entusiasmo fue decayendo hasta trocarse en es– cándalo. Venían a su memoria las preferencias que Jesús tenía por Cafarnaúm y el poco aprecio que había mostra– do por Nazaret. Jesús conociendo sus pensamientos les dirige estas palabras: - Seguro que me diréis este proverbio: «Médico, cú– rate a ti mismo»: todo cuanto hemos oído que has hecho en Cafarnaúm, hazlo aquí en tu patria. Tras esto para darles a entender que habiéndole co– nocido en su vida ordinaria, no habrían de entusiasmar– se con sus prodigios, añade: --- En verdad os digo, ningún Profeta es bien recibido en su patria. Seguidamente les aduce el ejemplo de Elías y el de Eliseo, que fueron rechazados por su pueblo, aun vién– doles hacer maravillas extraordinarias, y que de sus pro– digios sólo se aprovecharon gentes extrañas. - En verdad os digo que también muchas viudas ha– bía en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cie– lo :por tres años y seis días, y sobrevino una gran hambre en toda la tierra, y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo de Elíseo y ninguno de ellos fue limpiado sino el sirio Naamán. La alusión fue perfectamente entendida por los naza– retanos. Para ellos aquello era un grave insulto. Se oyó un sordo rumor de protestas. Comenzaron a lanzar dia– tribas. Se alzó el rencor en sus pechos como veneno de 146
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