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- Tús pecados te son perdonados. Hay extraños murmullos entre los comensales. Las palabras de Jesús los ha dejado desconcertados, y se di– cen unos a otros: - ¿Quién es éste para 11erdonar pecados? Pero Jesús sin hacer caso de sus palabras despidió amablemente a aquella mujer, diciéndole: -- Tu fe te ha salvado; vete en paz. En paz y en gracia de Dios, encendida el alma en el fuego de la divina caridad, salió la mujer de la sala del banquete. Algún tiempo después se la ve ya entre el grupo de las piadosas mujeres que seguían al Nazareno atendiendo a sus necesidades materiales, porque las raposas tienen sus madrigueras y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza. 133
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