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AUTORRETRATO DE CRISTO 91 hogar, sin lecho, sin dinero en el bolsillo. Carece hasta de lo que la naturaleza ofrece gratuitamente a los animales silvestres y a los pajarillos que revolotean por el aire. Este estado de absoluta pobreza que Jesús escogió para Sí durante su vida pública es terna inagotable de medi– tación. Jesús se hace pobre para enseñar a los hombres que no está la felicidad en la posesión de los bienes de la tierra. Hay otros valores en los cuales los hombres no reparan, y estos son los que por encima de todo se han de estimar. Jesús nos dice con su pobreza que no se ha de poner el corazón en las riquezas, porque el amor desordenado de ellas es un.: gran obstáculo para el reino de Dios. El hombre debe pasar por el mundo como un peregrino que no tiene aquí morada permanente. El cielo es su destino. En él es donde únicamente se hallan los bienes inmorta– les que en verdad pueden hacerle rico por toda una eter– nidad. Pero ¡ qué mal comprendido es Jesús! Nos atrae su bondad, nos enternece su misericordia para con los peca– dores, nos encanta su inocencia y la santidad de su vida, nos cautivan, en fin, las bellezas todas que resplandecen en su divina Persona. Pero sus privaciones, su renuncia a todas las cosas de este mundo, su pobreza absoluta, todo es algo que no acertamos a comprender, algo que nos des– concierta. Quisiéramos un Jesús más accesible, más con– forme con nuestros caprichos, con nuestros deseos, con todas nuestras concupiscencias. Ese Jesús no existe ni puede existir. No hay más que un Jesús: el del Evangelio; el que se abrazó con la po– breza hasta poder decir: Las raposas tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza. Lo más desconcertante es que para seguirle y poder contarnos entre sus discípulos tenemos que imitarle de alguna manera en su pobreza. Por lo menos practicarla con el espíritu. Ser amigos de Jesús y amar con toda el alma las riquezas de este mundo es algo contradictorio. El desprendimiento del corazón, la renuncia a los des-

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