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AUTORRETRATO DE CRISTO 89 Cristo. Dios estará en nosotros. Nos hará objeto de su protección, de su paternal cuidado, de su exquisito amor. Viviremos en íntima unión con Él y su gracia se derra– mará en nosotros con toda abundancia. Entonces será una verdadera dicha el poder repetir con Jesús : Dios no me deja solo, porque hago siempre lo que es de su agrado. LA POBREZA DE JESUS Texto evangélico Las raposas tienen sus cuevas, y las aves del cielo sus ni– dos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza (Le. 9, 58). Ambientación del texto Iba Jesús caminando hacia Jerusalén por tierras de Samaria. Su fama como Maestro y obrador de milagros se había extendido por todas las ciudades y aldeas de Pa– lestina. De pronto se le acerca un escriba, y mostrando, al parecer, deseos de acompañar al Nazareno y formar entre sus discípulos, le dirige estas palabras, que vienen a ser un ruego a Jesús para que le recibiera en su escuela y compañía: «Maesro, te seguiré adonde quiera que vayas». Aunque no consta en el relato, bien podemos suponer, por lo que Jesús contestó al escriba, que éste no deseaba acompañar a Jesús con ánimo de perfeccionarse y ser apóstol. Tal vez buscaba en el seguimiento de Jesús par– ticipar de sus triunfos y de su gloria. Por eso Jesús, pe– netrando en el fondo de su corazón, le manifiesta el des– pego de todas las cosas de la tierra en que Él vive y las privaciones a que se halla sujeto, de lo cual han de par– ticipar cuantos quieran seguirle de cerca. Y así le dice el estado de pobreza en que se halla: Las raposas tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza. El Evangelio no nos dice nada de lo que respondió el escriba a las palabras de Jesús, ni si le siguió o no. Esto
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