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82 C.(NDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. esto que en Él es la más bella realidad: Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí. A las miradas de los hombres su vida interior pasa inadvertida. Primero aparece como simple obrero que trabaja en Nazaret para ganar su sustento. Después un peregrino que recorre los caminos de Palestina predican– do, una doctrina nueva, desconocida hasta entonces. Mas trabajando, predicando, hablando con los hombres, curan– do a los enfermos, siempre y por todas partes, en lo ínti– mo de su alma la unión con Dios continúa sin alteración alguna. Su vida interior conserva toda su intensidad y her– mosura. Jamás queda sin realización su idea obsesio– nante: Yo estoy en el Padre y el Padre está en JHí. Con esto Jesús, además de afirmarnos su divinidad, se nos presenta como perfecto modelo de -vida interior que debemos imitar. Hemos de esforzarnos por decir con toda verdad : «Yo estoy en Dios y Dios está en Mí. Nosotros estamos en Dios cuando nos hallamos en gracia y por ello vivimos en Él y para ÉL Y Dios está en nosotros, porque por la gracia nos convertimos en morada de la Santísima Trinidad y recibimos una participación de la divina naturaleza. Jesús es el Hijo de Dios. Hijo propio, natural, único que es igual al Padre por haber en ellos una sola esen– cia. Y nosotros por Jesús también nos hacemos hijos de Dios. Hijos adoptivos, en quienes la imagen de Jesús se refleja del modo más admirable. Esto es algo grande, su– blime, consolador. También nosotros, a semejanza de Je– sús, podemos decir: Y o estoy en el Padre y el Padre está en Mí. Para imitar la vida interior de Jesús, además de po– seer la gracia santificante, hemos de mantenernos en intimidad con Dios. Cierto que el fundamento de nuestra Yida interior está en la unión con Dios por medio de la gracia. Si estamos en gracia, tenemos con Dios comunión de vida. Pero esta vida en Dios es menester desarrollarla y perfeccionarla; de lo contrario nos exponemos a que languidezca y muera. A la comunión de vida con Dios nor la gracia hay que añadir la comunión con Él por el pen-
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