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AUTORREIR\TO DE CRISTO 81 del diálogo confiesa su divinidad diciendo que es una cosa con el Padre. Los judíos entienden perfectamente lo que dice. Por eso quieren apedrearle. Creen que ha proferido una blasfemia, porque, siendo hombre, se hace Dios. Mas Jesús insiste en su idea. Apela de nuevo a sus obras, y después les dice: «Dad crédito a esas obras, para que conozcáis de una vez para siempre que el Padre está en Mí y Yo estoy en el Padre». En el Cenáculo vuelve a su idea obsesionante. Quiere fijarla bien en la mente de sus discípulos. Verle a Él es ver al Padre. El Padre habla y obra por ÉL Y para que ellos reaviven la fe en su divinidad, repite lo dicho a los judíos : Creedme: Y o estoy en el Padre y el Padre está en Mí. Reflexiones Si meditamos bien estas palabras de Jesús nos dare– mos cuenta de su rica vida interior. Él está en el Padre y el Padre está en ÉL Su vida es la misma vida del Pa– dre. Él es el Verbo, el Hijo engendrado en el seno del Padre desde los albores de la eternidad. Su unión con el Padre es tan íntima que los dos son una sola cosa. Es una unión esencial, incomunicable, imposible de imitar jamás por ningún hombre ni por otro ser creado. En esta vida inte– rior entre el Padre y el Hijo la comunicación es constante, ininterrumpida. El Padre habla y el Hijo es su palabra, su Verbo. El Hijo es la expresión más clara del Padre. Pero el Hijo de Dios se ha hecho hombre y como hombre conserva la más intensa vida interior. Él es el hombre inefablemente unido a la divinidad. Él ha reci– bido la gracia en toda su plenitud. La corriente de la vida divina se ha desbordado como un río sin fondo sobre ÉL Su cuerpo es templo santo de Dios. Su alma se halla total• mente sumergida en la Santísima Trinidad. Su entendi– miento goza de la visión beatífica. Su corazón arde en cada latido en la caridad más ardentísima. Jesús es el hombre cuyo pensamiento y cuyo amor se mantienen siempre fijos en Dios. En todo momento puede afirmar AUTORRETRATO DE CRISTO 6