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80 CÁNDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. ciones de la gracia, escuchan las palabras· de Jesús, que son palabras de Dios. Ellos no las escuchan porque no son de Dios. Tienen el corazón lejos de E'.l. Viven bajo la esclavitud del pecado. Jesús enseña a vivir sin pecado. Su vida inmaculada nos está señalando el camino para llegar a la unión con Dios hasta «ser santos e inmaculados en su presencia» (Ef. 1, 4). Esta es precisamente la vocación de todo cris– tiano, según nos lo advierte San Pablo en su carta a los Efesios. Mas como somos hechos de barro, no hemos de dejar– nos llevar del desaliento y mucho menos de la desespe– ración, si alguna vez nos -vemos caídos en pecado, sino que entonces hemos de acudir cuanto antes con toda con– fianza a Él, al Impecable, para que con su gracia nos puri– fique y nos salve. LA VIDA INTERIOR DE JESUS Texto evangélico Creedme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mi (Jn. 14, 11). Ambientación del texto Una de las ideas que más recalca Jesús al hablar de Sí mismo, es decir, al trazarnos su autorrerato, es sin duda la de su intimidad con el Padre. No parece sino que esta idea es en Él algo obsesionante. La manifiesta en público cuando dialoga con los judíos y la repite en las conversa– ciones reservadas para sus discípulos en el recogimiento del Cenáculo. Un día, mientras se paseaba por el pórtico de Salo– món, en el Templo, se le acerca un grupo de judíos para decirle que acabe de una vez y les diga si es Él el Me– sías esperado. Jesús se lo reafirma. Les habla de las obras que realiza por la autoridad del Padre. Obras que son prueba evidente de su mesianidad. Aún más: en el correr

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