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AUTORRETRATO DE CRISTO 77 Lo que necesitamos es que nuestra fe en Él nos com– penetre toda el alma hasta tener influencia decisiva en nuestra vida. Por esta fe podemos merecer que Él nos infunda un alto conocimiento de Él y del Padre. J:!l nos dice que conocerá al Padre y por tanto al Hijo aquel a quien Él quiera revelárselo. Jesús revela sus secretos a los pequeños, a los humil– des, a ~os que reconociendo la propia nada y la vanidad de todas las cosas humanas, se entregan a Él con una fe ardorosa que llegue a transformarlos por completo has– ta hacer de cada uno de ellos un Cristo viviente. SANTIDAD DE JESUS Texto evangélico ¿Quén de vosotros podrá echarme en cara un sólo pe– cado? (Jn. 8, 46 ). Ambientación del texto Es increíble hasta dónde puede llegar la ceguera hu– mana. Los judíos son testigos de las maravillosas obras realizadas por Jesucristo. Escuchan su celestial doctrina. Oyen que les dice abiertamente que es el Emdado de Dios que viene al mundo a dar la vida eterna a los hombres. Ven que es un hombre sincero que ama la verdad, cuya conducta es intachable, pues por todas partes va dando ejemplo de todas las virtudes. Y sin embargo se obsti– nan en no creer en ÉL Llega a tanto esta obstinación de los judíos, que los milagros obrados por Jesús los atribuyen al poder de Bel– zebú, príncipe de los demonios. Le dicen que es un sama– ritano, o, lo que es lo mismo, un apóstata para ellos, y hasta se atreven a llamarle endemoniado. Pero Jesús se defiende de las falsas acusaciones de los judíos, haciéndo– les ver su virtud taumatúrgica, la sublimidad de su doc– trina, la santidad de su vida. Es más : con plena conciencia de su inocencia, nunca
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