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74 CÁNDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. hemos de temer su divino juicio. Podernos ser condenados por aquellos que, sin conocerle, llevaron una vida más ordenada, más recta, más pura, más en conformidad con los designios de Dios. Nos asemejaremos a los escribas y fariseos, a quienes Jesús conminó haciéndoles ver que el día del juicio su suerte sería peor que la de los ni– nivitas y la de la reina del Mediodía. Jesús es mayor que Jonás y Salomón. Es el Hijo de Dios en quien debernos creer y a cuyas enseñanzas debernos ajustarnos. La con– secuencia es clara. No hay más que ponerla en práctica. Una vida santa es la mayor garantía de nuestra fe en Cristo Jesús. TODO EN MANO DE JESUS Texto evangélico Todas las cosas ha puesto el Padre en mis manos (Mt. 11, 27). Ambientación del texto Habían regresado los setenta y dos discípulos de Je– sús de su expedición apostólica. El gozo rebosaba en sus almas por el éxito obtenido en sus predicaciones. Con la alegría en el rostro se llegan al Maestro a contarle cuanto les había ocurrido y le dicen: «Señor, hasta los demonios se nos someten ante la invocación de tu nombre». Jesús, para espiritualizar su alegría, les hace ver que no deben gozarse tanto en sus éxitos apostólicos, sino mucho más en que sus nornbr~s estén escritos en el cielo. Con todo, también Jesús en aquellos momentos se sin– tió inundado de gozo en el Espíritu Santo y en el des– borde de este gozo interior dirigió al Padre una sentida plegaria bendiciéndole, porque había ocultado aquellas cosas a los sabios y prudentes de este siglo y las había dado a conocer a los pequeñuelos. Vuelto después a los discípulos, abriendo con ellos su corazón, les manifestó confidencialmente el poder que el

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