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72 CÁNDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. semejante al visto en tiempo de Elías, o una tempestad repentina de truenos y relámpagos, como en los días de Samuel. Jesús, penetrando aquellas aviesas intenciones, des– pués de desenmascarar su, hipocresía, les manifestó que no les daba otra señal sino la del Profeta Jonás. «Como· estuvo Jonás-les dice-en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre tres días y tres noches en el seno de la tierra». Tras esto les recuerda la predicación de Jonás, que convirtió a los ninivitas; mas ellos no hacen caso de lo que Jesús les predica y resalta la obstinación de ellos di– ciendo: Aquí tenéis uno que es mayor que Jonás. Hace también alusión a la reina de Sabá, que llegó de lejos a escuchar la sabiduría de Salomón, y ellos no quieren escuchar a Jesús. Y añade: Aquí tenéis uno que es ma– yor que Salomón. Reflexiones En este relato evangélico vemos cómo Jesús, de una manera indirecta, habla de Sí mismo. Con un tono de encantadora modestia viene a proclamar su dignidad de Mesías, de Hijo de Dios, diciendo: Aquí tenéis uno que es mayor que jonás ... aquí tenéis uno que es mayor que Salomón. Estas -veladas expresiones que todos sus oyen– tes pudieron comprender, son magníficas pinceladas de su autoretrato. Jesús es más que Jonás, más que Salomón, más que todos los profetas, más que todos los doctores, más que todos los hombres de todos los pueblos y de todos los siglos, por santos, sabios y poderosos que sean. Jesús es Dios. Con esto está dicho todo. Sin. embargo, los hijos de su pueblo, en su mayoría, no le reconocieron como a tal. Él les predicó su celestial doctrina; hizo multitud de milagros que culminaron en el más maravilloso de todos, que fue el de su resurrec– ción, la señal dada a los judíos de su divina misión. Pero ellos cerraron sus ojos y sus oídos a la realidad. En-
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