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AUTORRETRATO DE CRISTO 69 Jesús, al principio, no responde directamente a su pregunta. La serena mirada del Nazareno parecía penetrar hasta el corazón del presidente romano. Jesús, más que aspecto de reo, reflejaba majestad de rey. Pilatos no pue– de menos de reconocer su inocencia. Por otra parte, Jesús ve en Pilatos a un hombre en el que no hay mala voluntad, aunque sea un tanto frívolo, y se dispone a confesar ante él su realeza, pero antes declara la naturaleza de su reinado. Ya puede estar tran– quilo Pilatos, porque Jesús no tiene intención de arre– batar el poder a los romanos, y mucho menos sentarse en un trono ganado a costa de guerr~s y exterminios. Por eso, con serenidad de ánimo por demás impresionante, hace a Pilatos esta revelación: Mi reino no es de este mundo. Si de este mundo· fuera mi reino, mis partidarios habrían luchado para que Y o no fuese puesto en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí. Pilatos no ha de temer nada de Jesús. No tiene apa– riencias y mucho menos intención de removerle de su puesto para reinar en Palestina. Es verdad que, acto seguido, confesará que en verdad es Rey, pero su reino no destruye los reinos de la tierra. Reflexiones Las palabras de Jesús son clarísimas. Él es Rey; pero su reino no es de este mundo. Es decir, no es un reino temporal y terreno, que a cualquier contratiempo que venga de los hombres o de los elementos se derrumbe como un castillo de naipes a los soplos del viento. Es un reino espiritual, divino, eterno. No es reino que se limita a los cuerpos, sino que ante todo llega a las almas, las que desea conquistar para el cielo. Es verdad que como Hijo de Dios tiene dominio sobre todos los pueblos y naciones. Todos los espacios y todos los siglos se hallan bajo su imperio. Pero Él no quiere un reino espacial y político como el que tienen los reyes de la tierra. No se propone someter a sus súbditos a su pode– río por la fuerza, sino que aspira a reinar tan sólo en los

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