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62 C.~XDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. podéis hacer nada». Es verdad, sin Jesús son inútiles nuestros esfuerzos, nuestras luchas, nuestros deseos, nues– tros propósitos más firmes y sinceros. Sin Jesús no so– mos más que sarmientos separados de la vida que no valen sino para ser arrojados al fuego. La vida espiritual del cristiano se puede sintetizar en estos dos conceptos, a saber: vivir y fructificar en Cristo. Sólo en Él está la vida divina de la gracia y sólo Él puede comunicárnosla, a fin de que nos conservemos en la unión con Dios y nos ejercitemos en obras de eterna recompensa. Jesús es la vid; nosotros los sarmientos. En la alego– ría comentada podemos ver una diferencia notable. Los sarmientos reciben la vida y dan fruto por su unión con la vid, pero ellos no son libres para escoger entre la unión o la separación con la cepa. En cambio, en el orden espi– ritual nosotros podemos libremente unimos o separarnos de Cristo. En la unión está la vida; en la separación, la muerte. Y esto está en nuestras manos. Por dicha nuestra, aun después de separarnos de Cris– to, podemos de nuevo unimos a Él y volver a dar fruto. Para el pecador que se convierte, Jesús vuelve a ser otra vez la vid que le purifica, le llena de vida y por Él ya puede fructificar para la vida eterna. JESUS, MAESTRO Y SEÑOR Texto evangélico Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien, porque en verdad lo soy (Jn. 13, 13 ). Ambientación del texto Se había reunido Jesús con sus discípulos en el Ce– náculo para celebrar la tradicional y solemne cena del Cordero Pascual. Con asombro de sus discípulos, el Maes– tro se levanta de la mesa, se despoja de su manto, se ciñe con una toalla y comienza a lavarles los pies. Esto, que solía hacerse en los banquetes de los judíos por medio
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